jueves, 31 de mayo de 2012

Les bouquinistes

       A lo largo de las orillas del río Sena, desde el Pont Marie hasta el Quai du Louvre por la orilla derecha y desde el Quai de la Tournelle hasta el Pont Royal en la orilla izquierda, nos encontramos con los puestos de los bouquinistes. Principalmente están dedicados a la venta de libros, revistas antiguas y reproducciones de grabados, aunque según nos acercamos al Louvre también encontraremos una variopinta selección de souvenirs. Hoy en día son compañeros únicos en nuestros paseos por las orillas del río. Pero los bouquinistes no siempre fueron bienvenidos, tuvieron que enfrentarse a numerosos enemigos a lo largo de los siglos hasta conseguir el status que merecidamente han ganado.

Bouquiniste en el Quai Voltaire, J. H. Marlet

       ¿Cómo aparecieron los bouquinistes en las orillas del rio Sena? Poco después de la fundación de la universidad de la Sorbona (1257), se regula el gremio de librero, dando inicio a un oficio de larga tradición en la ciudad. Gracias a la invención de la imprenta, la industria del libro se ve impulsada y, de forma paralela a la venta oficial de libros, aparece la figura del vendedor ambulante o bouquiniste. Desde su inauguración en 1606 el lugar tradicional para la venta ambulante era el Pont Neuf, ya que era el único puente en su momento que no tenía casas construídas encima y disponía de aceras separadas de la calzada. Podríamos decir que este lugar fue también el principal campo de batalla entre los libreros, las autoridades oficiales y los bouquinistes. Los primeros veían su negocio amenazado por la compra-venta de libros foráneos y las autoridades alegaban que entre los vendedores ambulantes se podían esconder fácilmente prófugos de la ley. El mayor peligro que se escondía tras los bouquinistes era que la mayor parte de sus publicaciones no habían pasado la censura previa, facilitando así la difusión de libros prohibidos y de libelos cuestionando las instituciones señoriales y religiosas.
Puestos cerrados en el Quai de St. Michel
     Los bouquinistes se encuentran con duras trabas, poco a poco las autoridades intentan ahogar su negocio, limitando la venta de libros en las calles y llegando incluso a la prohibición absoluta en 1721, de manos de Luis XV. La Revolución traerá consigo grandes beneficios para los bouquinistes. Durante el periodo revolucionario la venta e impresión de libros nuevos es prácticamente nula, favoreciendo la venta de libros usados. Los saqueos y el pillaje suministró a los bouquinistes numerosas rarezas literarias. Napoleón Bonaparte embellecerá la ciudad construyendo nuevos paseos (quais) a lo largo del río Sena, y mejorando los ya existentes, ofreciendo un espacio a los bouquinistes para sus puestos y también dará los primeros pasos para la regulación de la profesión. Tras las obras de Napoleón III se da un espacio fijo a cada bouquiniste y a finales del siglo XIX se les permite dejar sus puestos durante la noche, evitando así tener que desmontarlos al acabar la jornada laboral.
Bouquiniste en el Quai des Gesvres
        
    A día de hoy 900 cajones se disponen a lo largo de 3 Km en las orillas del río Sena. Desde el año 1991 los puestos de los bouquinistes forman parte del Patrimonio de la UNESCO. Se calculan en unos 300 000 los libros que albergan. Su horario no es regular, la única condición es que pueden estar abiertos “de sol a sol”, así que los cajones abiertos se alternan con los cerrados de forma aleatoria, dando un curioso dinamismo al paisaje de una ciudad que parece no descansar nunca.
Aquí os dejo el vídeo "Bouquinistes: des passionnés sur les quais", aunque está en francés, es cortito y vale la pena.


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