A
lo largo de las orillas del río Sena, desde el Pont Marie
hasta el Quai du Louvre por la orilla derecha y desde el Quai de la
Tournelle hasta el Pont Royal en la orilla izquierda, nos encontramos
con los puestos de los bouquinistes. Principalmente están
dedicados a la venta de libros, revistas antiguas y reproducciones de
grabados, aunque según nos acercamos al Louvre también
encontraremos una variopinta selección de souvenirs. Hoy en día son
compañeros únicos en nuestros paseos por las orillas del río. Pero
los bouquinistes no siempre
fueron bienvenidos, tuvieron que enfrentarse a numerosos enemigos a
lo largo de los siglos hasta conseguir el status que merecidamente
han ganado.
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Bouquiniste en el Quai Voltaire, J. H. Marlet |
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¿Cómo aparecieron los
bouquinistes en las orillas del rio Sena? Poco después de la
fundación de la universidad de la Sorbona (1257), se regula el
gremio de librero, dando inicio a un oficio de larga tradición en la
ciudad. Gracias a la invención de la imprenta, la industria del
libro se ve impulsada y, de forma paralela a la venta oficial de
libros, aparece la figura del vendedor ambulante o
bouquiniste.
Desde su inauguración en 1606 el lugar tradicional para la venta
ambulante era el Pont Neuf, ya que era el único puente en su momento
que no tenía casas construídas encima y disponía de aceras
separadas de la calzada. Podríamos decir que este lugar fue también
el principal campo de batalla entre los libreros, las autoridades
oficiales y los
bouquinistes. Los primeros veían su negocio
amenazado por la compra-venta de libros foráneos
y
las autoridades alegaban que entre los vendedores
ambulantes se podían esconder fácilmente prófugos de la ley. El
mayor peligro que se escondía tras los
bouquinistes era que
la mayor parte de sus publicaciones no habían pasado la censura
previa, facilitando así la difusión de libros prohibidos y de
libelos cuestionando las instituciones señoriales y religiosas.
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Puestos cerrados en el Quai de St. Michel |
Los
bouquinistes
se encuentran con duras trabas, poco a poco las autoridades intentan
ahogar su negocio, limitando la venta de libros en las calles
y
llegando incluso a la prohibición absoluta en 1721, de manos de Luis
XV. La Revolución traerá consigo grandes beneficios para los
bouquinistes. Durante el periodo revolucionario la venta e
impresión de libros nuevos es prácticamente nula, favoreciendo la
venta de libros usados. Los saqueos y el pillaje suministró a los
bouquinistes numerosas rarezas literarias. Napoleón Bonaparte
embellecerá la ciudad construyendo nuevos paseos (quais) a lo largo
del río Sena, y mejorando los ya existentes, ofreciendo un espacio a
los
bouquinistes para sus puestos y también dará los
primeros pasos para la regulación de la profesión. Tras las
obras de Napoleón III se da un espacio fijo a cada
bouquiniste y a
finales del siglo XIX se les permite dejar sus puestos durante la
noche, evitando así tener que desmontarlos al acabar la jornada
laboral.
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Bouquiniste en el Quai des Gesvres |
A día de hoy 900 cajones
se disponen a lo largo de 3 Km en las orillas del río Sena. Desde el
año 1991 los puestos de los
bouquinistes forman parte del
Patrimonio de la UNESCO. Se calculan en unos 300 000 los libros que
albergan. Su horario no es regular, la única condición es que
pueden estar abiertos “de sol a sol”, así que los cajones
abiertos se alternan con los cerrados de forma aleatoria, dando un
curioso dinamismo al paisaje de una ciudad que parece no descansar
nunca.
Aquí os dejo el vídeo
"Bouquinistes: des passionnés sur les quais", aunque está en francés, es cortito y vale la pena.
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